sábado, 30 de octubre de 2010

Sexto día de la novena - Solidaridad


Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión:

Solidaridad

Hay tareas que podemos realizar solos, con nuestro esfuerzo individual. Pero hay algunas tareas que no. Requieren que nos pongamos de acuerdo y nos ayudemos para alcanzarlas. Ayudar al prójimo es la raíz de lo que llamamos “solidaridad”.

La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de esforzarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos. El origen de la palabra solidaridad es “solíditas”, que quiere decir, “solidez”, “firmeza”. Se trata de la firmeza de una sociedad en la que cada uno es responsable de sí mismo y también de los demás.

Una persona que vive sólo para sí misma, sin ayudar a los demás, es, en el sentido etimológico de la palabra un “idiota”. En griego, “idiótes” era aquel que no quería responsabilizarse de la vida pública, y ese es el origen de la palabra castellana. Aquí en el Chaco, “idiota” se usa muchas veces como sinónimo de “malhumorado”, o “enojado”. Idiota no es eso, idiota es el “no solidario”.

El concepto de solidaridad está ligado a los conceptos de responsabilidad y ayuda mutua, generosidad, cooperación y participación. En el mundo hay suficientes bienes para la necesidad de todos, pero nunca son suficientes para la ambición de nadie.

La Biblia no menciona la palabra solidaridad, pero habla de la justicia y el amor. El Antiguo Testamento nos transmite el mensaje de un Dios que sale al encuentro de su pueblo, para liberarlo, conducirlo a una vida digna, y velar porque se cumpla su proyecto de justicia y dignidad para todos. El Dios del Antiguo Testamento quiere la justicia, la paz y la libertad para sus hijos, para su pueblo. El Nuevo Testamento nos transmite la propuesta de Jesús, Dios de la Vida, que llega a nosotros para enseñarnos el camino hacia el Reino. Retomando la tradición profética de las enseñanzas del Antiguo Testamento, Jesús nos revela que el Reino es proyecto de justicia y vida para todos los hombres. Esta es la voluntad de Dios y esta es su propuesta.

Para servir al Reino y colaborar en su construcción, Jesús nos invita a vivir el mandamiento del amor. Este amor se concreta en la vida de todos los días en actitudes compasivas y solidarias hacia los demás, en especial hacia los que sufren o están marginados de la sociedad.

"Si uno dice: «Yo amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Ya que este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano." 1 Jn. 4, 20-21

San Martín de Porres fue un hombre verdaderamente solidario. Se esforzó por ayudar a sus hermanos en todo cuanto podía, donando generosamente las pocas cosas que tenía. Su vida entera fue una entrega generosa al Reino de Dios. Y Dios nunca lo abandonó. La solidaridad de San Martín de Porres es también un hermoso testimonio de la generosidad de Dios en medio de nosotros.

Pidamos por nuestra comunidad, para que seamos verdaderamente solidarios y que a nadie le falte nada, cuando alguien puede ayudar.

Oremos:

- Por aquellos que viven solidariamente, para que su ejemplo nos anime a todos a compartir. Oremos…

- Por aquellos que viven todo tipo de necesidad, material o espiritual, para que encuentren en nosotros a una persona solidaria. Oremos…

- Por aquellos que no se animan a compartir sus bienes con los demás, para que abandonen todo miedo o egoísmo. Oremos…

Padre nuestro…

Gloria al Padre…

Oración conclusiva:

Señor y Padre nuestro,

que guiaste a San Martín de Porres

por el camino de la humildad

a la gloria del Cielo,

guíanos también a nosotros

que queremos ser verdaderos hijos tuyos.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

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