miércoles, 27 de octubre de 2010

Tercer día de la novena - Benevolencia

Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


Reflexión:
Benevolencia

En el mundo actual está mal visto que uno intente ser bueno con todos. Se considera como un error, ya que el mundo se construye, equivocadamente, sobre la base de la desconfianza mutua. Intentar ser bueno con todos se considera una “debilidad”.

Pero la bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para convertirlos en mansedumbre. La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado.

Lo contrario de la bondad son las actitudes agresivas que se adoptan con los malos modales; en la manera de hablar, a veces con palabras altisonantes o groseras; la indiferencia que manifestamos ante las preocupaciones o inquietudes que tienen los demás, juzgándolas de poca importancia o como consecuencia de su falta de entendimiento y habilidad para resolver sus problemas.

La bondad no se detiene a buscar culpables, sino a comprender las circunstancias que han puesto a la persona en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación, y en procurar el encontrar los medios para que no ocurra nuevamente.

Pero el ser bondadoso tampoco equivale a ser blando, condescendiente con la injusticia, o indiferente ante lo que está bien o está mal en las actitudes y palabras de quienes nos rodean; por el contrario, sigue siendo enérgico y exigente, sin dejar de ser comprensivo y amable. Del mismo modo, jamás responde con insultos y desprecio ante quienes así lo tratan; por el dominio que tiene sobre su persona, procura comportarse educadamente a pesar del ambiente adverso.

Jesucristo no es un maestro severo, no hay que temer ser de sus discípulos. Sus mandamientos no son pesados para el que ama (1Jn.5,3). San Agustín comenta el texto diciendo: “El que está cimentado en el amor (Ef.3,17) recibe una fuerza que lo hace inconmovible”.

La fuerza verdadera es la del hombre capaz de correr el riesgo de ser considerado débil, la del que tiene para todos, incluso para sí mismo, entrañas de misericordia. Para descubrir que ésta es la verdadera fortaleza, fue necesaria la venida de Jesucristo y lo que él mismo inspiró a San Pablo: “Cuando me siento débil, entonces soy fuerte”.

Luchar sin agresividad por un mundo más justo y más humano implica valentía y coraje. El odio no es más que una forma de cobardía y la violencia una forma de debilidad.

San Martín de Porres nos ha dejado un gran ejemplo de bondad. Frente a los agravios e insultos, siempre respondió con bondad. Su vida entera es testimonio de mansedumbre y misericordia. Pidamos para nosotros y nuestro pueblo la fuerza de la bondad para cambiar todo lo que necesita ser cambiado.

Oremos:

- Por aquellos que provocan sufrimientos innecesarios en la vida de los demás. Oremos…

- Por aquellos que sufren por la falta de bondad, mansedumbre y misericordia. Oremos…

- Por nosotros mismos, para que Dios nos conceda la fuerza de su Espíritu Santo para transformar la violencia y la agresividad en confianza y paz. Oremos.

Padre nuestro…

Gloria al Padre….

Oración conclusiva:

Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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