Las siguientes son algunas de las imagenes que hemos captado de esa hermosa tarde, en la que concurrieron los padres a ver los trabajos que sus hijas e hijos ha



"Muchos andan proclamando que no es posible quedarse, y la casa que Dios ha dado ha de ser tierra de nadie. Hay que avisarle a la gente que es bueno sembrar el suelo, que cuando el amor se riega, siempre los frutos son buenos"
Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Reflexión:
Caridad
El amor es una necesidad básica del espíritu humano, tanto como el alimento o la vivienda lo son para nuestro cuerpo. Todos tenemos la necesidad de ser amados y la capacidad de amar. Es algo simultáneo. Amar es algo que aprendemos en nuestra propia familia y nuestra comunidad a través de la experiencia cotidiana.
Cuando hay verdadero amor, experimentamos felicidad, alegría, fuerza, libertad, estima, afecto, paciencia, fecundidad (mental y física), capacidad de perdón y deseo del bien. ¡Es sorprendente que Dios haya dado tal poder a los hombres!
Pero el amor verdadero exige esfuerzo y compromiso. Sin ellos, no hay amor, sólo hay fraude, hay engaño… Para la cultura actual, el “amor” se limita a una pasión o emoción intensa que nos hace sentir poderosamente atraídos a algo. Y luego justifica el romper cualquier ley moral con el fin de “poseer” el objeto del deseo. Una vez poseído, se lo desprecia, se lo abandona y vuelve a empezar, buscando otra ilusión. El resultado de todo eso es mucho sufrimiento y violencia innecesarios. Finalmente, la gente termina herida y cansada, harta de todo y llena de nada.
San Pablo, en cambio, en el cántico de la primera carta a los Corintios nos ofrece una guía muy distinta de lo que significa el verdadero amor. El verdadero amor “es paciente, es servicial; el amor no es envidioso; no hace alarde, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca el propio provecho, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad”. (1 Cor 13:4-6)
El apóstol nos enseña así características concretas que nos permiten ser hombres y mujeres que viven la caridad. Al mismo tiempo, nos ayuda a descubrir que el amor no se trata solamente de sentimientos, sino de buenas acciones que muestran nuestra preocupación por lo demás.
También sabemos por San Pablo que el verdadero amor “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. (1 Cor 13:7) Es una invitación a que rechacemos cualquier actitud ansiosa, rencorosa, desconfiada y vengativa.
“Si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha”. (1 Cor 13:3) Con estas palabras San Pablo nos señala que, sólo el amor, le da verdadero sentido a las cosas y sacrificios que hacemos.
El verdadero amor es generoso y fiel, ya que es un reflejo del Amor de Dios en este mundo. Cuando Dios creó al mundo, lo hizo con generosidad, y prueba de ello son la belleza y la armonía de la naturaleza, expresada en la cantidad y diversidad de paisajes, plantas y animales. Pero, a pesar de que el hombre fue infiel al Amor de Dios, Dios siguió siendo fiel al hombre, y “tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga Vida Eterna”. Toda la Creación y la Salvación no son sino obras del Amor de Dios.
Tenemos necesidad y capacidad de amar, Dios nos mostró cuál es el Verdadero Amor a través de su Palabra y de sus obras. ¿Qué más necesitamos para convencernos de que es posible amar verdaderamente y ser felices?
San Martín de Porres es un ejemplo de que ¡sí! es posible amar como Dios manda en este mundo. Él tuvo que enfrentar muchas dificultades, pero su corazón nunca se apartó de Dios. Se interesó y buscó a Dios; lo amó con todo su corazón, se comprometió con él y siempre tuvo fuerzas para amar al prójimo. Humilde, religioso, bondadoso, buen amigo, trabajador, solidario… San Martín de Porres hoy participa de la bienaventuranza eterna junto a Dios, y desde allí nos invita a unirnos a Jesús.
Oremos:
- Pidamos por nuestra sociedad que ha confundido el verdadero sentido del amor, para que vuelva a apreciar el don que recibe de Dios y evite tantos sufrimientos innecesarios. Oremos…
- Por aquellas personas que tratan de comprometerse sinceramente y amar como Dios manda, para que nunca les falte la fuerza y el aliento de continuar en su empeño. Oremos….
- Por las organizaciones e instituciones dedicadas a la caridad, para que reciban nuestro compromiso y apoyo en sus actividades. Oremos…
Oración conclusiva:
Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oración inicial:
Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Reflexión:
Esperanza
Cuando decimos que una persona “espera”, podemos decir dos cosas. En primer lugar, podemos referirnos a que esa persona pasivamente aguarda a que algo suceda. No hace nada para que ocurra lo que ella espera. De esa manera, se espera el colectivo. Uno se sienta en algún lugar, se arma de paciencia, y espera.
Pero también, cuando decimos que una persona “espera”, podemos referirnos a que esa persona, activamente, desea algo. Hace cosas para que ocurra lo que ella espera. De esa manera, se espera una buena cosecha. Uno siembra, riega, cuida…. y ¡espera cosechar! Y si algo amenaza la cosecha, la persona busca cómo remediar el problema. Busca soluciones, porque “espera”.
La esperanza cristiana tiene un poco de ambas maneras de esperar. El cristiano espera confiadamente, sabiendo que el futuro último está en manos de Dios. Por eso, en el cristiano, no hay lugar para la desesperación. Aún cuando las cosas sean muy difíciles y duras, Dios tiene la última palabra. Hay que tener paciencia y confianza en que Dios puede transformar las cosas. “Dios escribe derecho en renglones torcidos”, es decir, Dios es capaz de sacar buenos frutos incluso de las cosas que nos parecen malas.
Por otro lado, el cristiano que “espera”, no puede permanecer pasivo. Y precisamente porque “espera” el Reino de Dios, trabaja activamente para que comience ya, aquí en esta vida. ¿Acaso alguno de nosotros no desea el bien, la justicia, la verdad, la paz? El que siembra generosamente, cosechará abundantemente.
La fe en Dios es como una semilla, que se siembra en el corazón de los hombres, la esperanza es como el crecimiento y, su fruto, la caridad.
Quienes recibimos la semilla de la fe, transmitida por nuestros padres o catequistas, por la lectura de
La esperanza requiere que nosotros dediquemos tiempo y cuidado a la fe que recibimos. Tenemos que hablar de nuestra fe, leer sobre temas relacionados con ella, participar en las celebraciones litúrgicas, desarrollar algún tipo de actividad de servicio… Todo eso nos ayudará a crecer en la verdadera esperanza, en la esperanza que no falla.
No tenemos que confundir la esperanza con la ilusión. La ilusión es una proyección de nuestros deseos, no es real, es imaginaria. La persona que se ilusiona, tarde o temprano, se desilusionará. La esperanza cristiana está basada en una realidad: Dios mismo, sus enseñanzas y las cosas que hizo por nosotros. La esperanza surge de la confianza y a su vez produce confianza.
San Martín de Porres fue un hombre lleno de esperanza. Confió en Dios y en sus hermanos. Confió en la bondad de Dios y le entregó su vida. Confió en lo bueno que hay en cada hombre y trabajó pacientemente para alcanzarlo.
Pidamos el don de la esperanza para nosotros y nuestro pueblo, para colaborar pacientemente con la instauración del Reino de Dios en este mundo.
Oremos:
- Por las personas que se han desilusionado por distintos motivos en la vida, para que renueven su fe y su confianza en Dios. Oremos…
- Por las personas que trabajan con constancia por el Reino de Dios. Oremos…
- Por nuestro pueblo y nuestro país, para que corrijamos aquellas cosas que no son adecuadas a nuestra condición de Hijos de Dios. Oremos…
Oración conclusiva:
Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oración inicial:
Señor y Padre nuestro,
sabemos que nos amas y nunca nos abandonas,
por eso quisiste mostrarnos
en San Martín de Porres
un modelo de vida entregada a tu servicio:
él fue humilde y religioso,
bondadoso con todos y buen amigo,
trabajador y solidario.
Toda su vida estuvo basada en la fe,
en la esperanza y en la caridad.
Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor
para que alentados por sus virtudes y ejemplos
también nosotros seamos testigos de Amor.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Reflexión
Fe
- Por aquellos que creen en cosas distintas de nosotros, para que Dios se manifieste en sus vidas. Oremos…
- Por todos los cristianos, para que la unidad de la fe nos lleve a la unidad en el amor y el servicio a los demás, de tal manera que, viendo nuestras buenas obras, el mundo crea en Dios. Oremos…
Oración conclusiva:
Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.