lunes, 1 de noviembre de 2010

Octavo día de la novena - Esperanza


Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión:

Esperanza

Cuando decimos que una persona “espera”, podemos decir dos cosas. En primer lugar, podemos referirnos a que esa persona pasivamente aguarda a que algo suceda. No hace nada para que ocurra lo que ella espera. De esa manera, se espera el colectivo. Uno se sienta en algún lugar, se arma de paciencia, y espera.

Pero también, cuando decimos que una persona “espera”, podemos referirnos a que esa persona, activamente, desea algo. Hace cosas para que ocurra lo que ella espera. De esa manera, se espera una buena cosecha. Uno siembra, riega, cuida…. y ¡espera cosechar! Y si algo amenaza la cosecha, la persona busca cómo remediar el problema. Busca soluciones, porque “espera”.

La esperanza cristiana tiene un poco de ambas maneras de esperar. El cristiano espera confiadamente, sabiendo que el futuro último está en manos de Dios. Por eso, en el cristiano, no hay lugar para la desesperación. Aún cuando las cosas sean muy difíciles y duras, Dios tiene la última palabra. Hay que tener paciencia y confianza en que Dios puede transformar las cosas. “Dios escribe derecho en renglones torcidos”, es decir, Dios es capaz de sacar buenos frutos incluso de las cosas que nos parecen malas.

Por otro lado, el cristiano que “espera”, no puede permanecer pasivo. Y precisamente porque “espera” el Reino de Dios, trabaja activamente para que comience ya, aquí en esta vida. ¿Acaso alguno de nosotros no desea el bien, la justicia, la verdad, la paz? El que siembra generosamente, cosechará abundantemente.

La fe en Dios es como una semilla, que se siembra en el corazón de los hombres, la esperanza es como el crecimiento y, su fruto, la caridad.

Quienes recibimos la semilla de la fe, transmitida por nuestros padres o catequistas, por la lectura de la Palabra de Dios, o por el medio que Dios quiera usar para llegar a nosotros, podemos cultivarla y hacer que crezca en la esperanza, y cosechar frutos de caridad. O también podemos olvidarla… y no brotará, o se secará al poco tiempo de brotar.

La esperanza requiere que nosotros dediquemos tiempo y cuidado a la fe que recibimos. Tenemos que hablar de nuestra fe, leer sobre temas relacionados con ella, participar en las celebraciones litúrgicas, desarrollar algún tipo de actividad de servicio… Todo eso nos ayudará a crecer en la verdadera esperanza, en la esperanza que no falla.

No tenemos que confundir la esperanza con la ilusión. La ilusión es una proyección de nuestros deseos, no es real, es imaginaria. La persona que se ilusiona, tarde o temprano, se desilusionará. La esperanza cristiana está basada en una realidad: Dios mismo, sus enseñanzas y las cosas que hizo por nosotros. La esperanza surge de la confianza y a su vez produce confianza.

San Martín de Porres fue un hombre lleno de esperanza. Confió en Dios y en sus hermanos. Confió en la bondad de Dios y le entregó su vida. Confió en lo bueno que hay en cada hombre y trabajó pacientemente para alcanzarlo.

Pidamos el don de la esperanza para nosotros y nuestro pueblo, para colaborar pacientemente con la instauración del Reino de Dios en este mundo.

Oremos:

- Por las personas que se han desilusionado por distintos motivos en la vida, para que renueven su fe y su confianza en Dios. Oremos…

- Por las personas que trabajan con constancia por el Reino de Dios. Oremos…

- Por nuestro pueblo y nuestro país, para que corrijamos aquellas cosas que no son adecuadas a nuestra condición de Hijos de Dios. Oremos…

Oración conclusiva:

Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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