sábado, 30 de octubre de 2010

Sexto día de la novena - Solidaridad


Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión:

Solidaridad

Hay tareas que podemos realizar solos, con nuestro esfuerzo individual. Pero hay algunas tareas que no. Requieren que nos pongamos de acuerdo y nos ayudemos para alcanzarlas. Ayudar al prójimo es la raíz de lo que llamamos “solidaridad”.

La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de esforzarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos. El origen de la palabra solidaridad es “solíditas”, que quiere decir, “solidez”, “firmeza”. Se trata de la firmeza de una sociedad en la que cada uno es responsable de sí mismo y también de los demás.

Una persona que vive sólo para sí misma, sin ayudar a los demás, es, en el sentido etimológico de la palabra un “idiota”. En griego, “idiótes” era aquel que no quería responsabilizarse de la vida pública, y ese es el origen de la palabra castellana. Aquí en el Chaco, “idiota” se usa muchas veces como sinónimo de “malhumorado”, o “enojado”. Idiota no es eso, idiota es el “no solidario”.

El concepto de solidaridad está ligado a los conceptos de responsabilidad y ayuda mutua, generosidad, cooperación y participación. En el mundo hay suficientes bienes para la necesidad de todos, pero nunca son suficientes para la ambición de nadie.

La Biblia no menciona la palabra solidaridad, pero habla de la justicia y el amor. El Antiguo Testamento nos transmite el mensaje de un Dios que sale al encuentro de su pueblo, para liberarlo, conducirlo a una vida digna, y velar porque se cumpla su proyecto de justicia y dignidad para todos. El Dios del Antiguo Testamento quiere la justicia, la paz y la libertad para sus hijos, para su pueblo. El Nuevo Testamento nos transmite la propuesta de Jesús, Dios de la Vida, que llega a nosotros para enseñarnos el camino hacia el Reino. Retomando la tradición profética de las enseñanzas del Antiguo Testamento, Jesús nos revela que el Reino es proyecto de justicia y vida para todos los hombres. Esta es la voluntad de Dios y esta es su propuesta.

Para servir al Reino y colaborar en su construcción, Jesús nos invita a vivir el mandamiento del amor. Este amor se concreta en la vida de todos los días en actitudes compasivas y solidarias hacia los demás, en especial hacia los que sufren o están marginados de la sociedad.

"Si uno dice: «Yo amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Ya que este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano." 1 Jn. 4, 20-21

San Martín de Porres fue un hombre verdaderamente solidario. Se esforzó por ayudar a sus hermanos en todo cuanto podía, donando generosamente las pocas cosas que tenía. Su vida entera fue una entrega generosa al Reino de Dios. Y Dios nunca lo abandonó. La solidaridad de San Martín de Porres es también un hermoso testimonio de la generosidad de Dios en medio de nosotros.

Pidamos por nuestra comunidad, para que seamos verdaderamente solidarios y que a nadie le falte nada, cuando alguien puede ayudar.

Oremos:

- Por aquellos que viven solidariamente, para que su ejemplo nos anime a todos a compartir. Oremos…

- Por aquellos que viven todo tipo de necesidad, material o espiritual, para que encuentren en nosotros a una persona solidaria. Oremos…

- Por aquellos que no se animan a compartir sus bienes con los demás, para que abandonen todo miedo o egoísmo. Oremos…

Padre nuestro…

Gloria al Padre…

Oración conclusiva:

Señor y Padre nuestro,

que guiaste a San Martín de Porres

por el camino de la humildad

a la gloria del Cielo,

guíanos también a nosotros

que queremos ser verdaderos hijos tuyos.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

viernes, 29 de octubre de 2010

Quinto día de la novena - Laboriosidad


Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión:

Laboriosidad

El trabajo es algo natural. Todos los animales en la naturaleza deben realizar un esfuerzo para alimentarse y conservar la vida. Algunos insectos, como las abejas, visitan las flores constantemente para nutrirse de su néctar; y sus alojamientos, las colmenas, son obras maravillosas de un instinto geométrico. Algunas aves vuelan buscando qué comer, y construyen sus nidos de las maneras más ingeniosas: muchas trenzan fibras vegetales, y algunas utilizan otros elementos, como el hornero, que lo construye de barro.

El ser humano también, naturalmente, está diseñado para obtener su sustento mediante el esfuerzo y el trabajo. De esa manera obtendrá la satisfacción por la labor cumplida.

Cuando hablamos de trabajo, siempre conviene distinguirlo del empleo. Mucha gente dice, equivocadamente, que “no tiene trabajo” y con eso quiere decir que “no tiene empleo”. Y frecuentemente, esa gente que no trabaja cuando no tiene empleo, cuando lo consigue, ¡tampoco quiere trabajar!

Uno puede ser empleado para alguien más, pero el trabajo, siempre es para uno mismo. El dinero que obtenemos por el trabajo viene y se va, y a veces incluso, nos lo pueden robar. El honor que obtenemos con el trabajo viene y se queda, nadie nos lo puede arrebatar. El trabajo, además nos produce el beneficio de un carácter sólido: nos da la oportunidad de desarrollar la responsabilidad, la buena disposición, la gratitud y la solidaridad.

Pero en el ser humano, muchas veces, hay una tendencia que atenta contra el orden natural. Muchos intentan vivir sin trabajar, esperando que alguien más les otorgue algún “plan social” para sobrevivir; y piensan que eso está bien. Otros buscan obtener beneficios económicos de actividades que no son verdaderamente productivas, e incluso de algunas actividades éticamente inapropiadas o ilícitas, como la prostitución.

San Martín de Porres nos muestra algo distinto. San Martín de Porres trabajó cuando no tenía empleo, y cuando consiguió empleo, no abandonó su modo natural de ser. Laboriosamente colaboró con el sustento de su familia desde muy pequeño, aunque además de colaborar con su familia, colaboró también con todo el que necesitaba ayuda. En el convento tenía el oficio de la limpieza, y tan apegado estaba a su labor, que lo comenzaron a llamar “Fray Escoba”, ya que todo el día se esforzaba en hacer bien su trabajo.

Dios nos ha dado a cada de nosotros esa capacidad creadora para obtener algún beneficio de la misma, de modo que todos tenemos esas oportunidad de generar el beneficio necesario para nuestro propio bien y el de nuestra familia. Nada cae del cielo, todo se logra en base de esfuerzo creativo. Esa capacidad creadora es al final de cuentas una gran bendición de nuestro Creador.

Entendiendo profundamente su vocación creadora, San Martín de Porres vivió como Dios quiso que viviésemos. Él es para nosotros un ejemplo de laboriosidad. Pidamos hoy que nadie en nuestro pueblo sea flojo para el esfuerzo, y que todos vuelvan a honrar su nombre mediante el trabajo.

Oremos:

- Por todos los que sufren porque no reciben una justa retribución por su trabajo. Oremos…

- Por quienes han dejado de confiar en sus propias capacidades, para que renovados por el Espíritu Creador, puedan salir adelante. Oremos…

- Por todos cristianos, para que seamos testimonio de laboriosidad. Oremos…

Padre nuestro…

Gloria al Padre…

Oración conclusiva:

Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

jueves, 28 de octubre de 2010

Cuarto día de la novena - Amistad


Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión:

Amistad

El ser humano es un ser social. Nacemos de la relación de dos personas y, a diferencia de otros seres de la naturaleza que, apenas momentos después de nacidos, pueden desplazarse y alimentarse por sí mismos, nosotros, en la infancia, dependemos de alguien más para sobrevivir.

Nuestra naturaleza social nos lleva a apreciar la compañía de los demás y a buscar compartir el tiempo y las actividades con otros. Nuestra necesidad de estar con otras personas, sólo se equipara a nuestra capacidad de ofrecerles compañía y aliento en las cosas buenas que hagan.

Pero, a veces, nuestra experiencia cotidiana nos muestra que nuestra capacidad de amistad también está alterada: en vez de acompañar a los demás en las cosas buenas, los dejamos solos; y, en vez de buscar amigos para hacer el bien, buscamos cómplices para hacer cosas que no están del todo bien. Es decir, no cualquier amistad es verdadera.

Sobre la amistad se ha escrito mucho, es una experiencia profundamente humana. Sócrates decía: “dime con quién andas y te diré quién eres”.

Cicerón consideraba que “el primer precepto de la amistad es pedir a los amigos sólo lo bueno, y sólo lo bueno hacer por ellos”.

Calderón de la Barca expresaba: “Es parentesco sin sangre, una amistad verdadera.”

Francis Bacon decía que “La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad”

Toda la Biblia es una historia de amistad: Dios quiere hacerse amigo de los hombres. Por eso, hay mucho sobre la amistad en la Palabra de Dios, recordemos algunos párrafos:

“Si te juntas con los sabios, te harás sabio; si frecuentas a los necios, serás como ellos” (Prov 13);

"El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor" (Eclo 6,15);

"El amigo ama en todo tiempo; es un hermano para el día de la desventura" (Prov. 17,17);

"El que teme al Señor es fiel en la amistad, y como fiel en él, así será su amigo" (Eclo 6,17);

"Abraham creyó y fue llamado amigo de Dios" (Sant 2,23);

"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13).

"Ustedes son mis amigos, si hacen lo que les mando" (Jn 15,14).

"A ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre" (Jn 1 5, 15).

San Martín de Porres fue amigo de todos en la ciudad de Lima, y especialmente de Santa Rosa, San Juan Macías y Santo Toribio. Con todo, el principal amigo de Martín fue el mismo Jesús, con quien compartió una profunda amistad en la oración.

Pidamos a San Martín que nos libere del egoísmo y que aprendamos a ser verdaderos amigos. Que Jesús encuentre siempre en nosotros un amigo sincero, capaz de ayudarlo en su obra de amor para bien de todos los hombres.

Oremos:

- Por nuestros amigos, para que Dios los llene de sus dones y tengan una vida buena y tranquila. Oremos.

- Por quienes se sienten solos, para que encuentren en el camino de la amistad la ayuda que necesitan. Oremos.

- Por quienes se encuentran atrapados en falsas amistades, para que Dios los ayude a encontrar el camino de la verdad. Oremos.

Padre Nuestro…

Gloria al Padre…

Oración conclusiva:

Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Tercer día de la novena - Benevolencia

Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


Reflexión:
Benevolencia

En el mundo actual está mal visto que uno intente ser bueno con todos. Se considera como un error, ya que el mundo se construye, equivocadamente, sobre la base de la desconfianza mutua. Intentar ser bueno con todos se considera una “debilidad”.

Pero la bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para convertirlos en mansedumbre. La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado.

Lo contrario de la bondad son las actitudes agresivas que se adoptan con los malos modales; en la manera de hablar, a veces con palabras altisonantes o groseras; la indiferencia que manifestamos ante las preocupaciones o inquietudes que tienen los demás, juzgándolas de poca importancia o como consecuencia de su falta de entendimiento y habilidad para resolver sus problemas.

La bondad no se detiene a buscar culpables, sino a comprender las circunstancias que han puesto a la persona en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación, y en procurar el encontrar los medios para que no ocurra nuevamente.

Pero el ser bondadoso tampoco equivale a ser blando, condescendiente con la injusticia, o indiferente ante lo que está bien o está mal en las actitudes y palabras de quienes nos rodean; por el contrario, sigue siendo enérgico y exigente, sin dejar de ser comprensivo y amable. Del mismo modo, jamás responde con insultos y desprecio ante quienes así lo tratan; por el dominio que tiene sobre su persona, procura comportarse educadamente a pesar del ambiente adverso.

Jesucristo no es un maestro severo, no hay que temer ser de sus discípulos. Sus mandamientos no son pesados para el que ama (1Jn.5,3). San Agustín comenta el texto diciendo: “El que está cimentado en el amor (Ef.3,17) recibe una fuerza que lo hace inconmovible”.

La fuerza verdadera es la del hombre capaz de correr el riesgo de ser considerado débil, la del que tiene para todos, incluso para sí mismo, entrañas de misericordia. Para descubrir que ésta es la verdadera fortaleza, fue necesaria la venida de Jesucristo y lo que él mismo inspiró a San Pablo: “Cuando me siento débil, entonces soy fuerte”.

Luchar sin agresividad por un mundo más justo y más humano implica valentía y coraje. El odio no es más que una forma de cobardía y la violencia una forma de debilidad.

San Martín de Porres nos ha dejado un gran ejemplo de bondad. Frente a los agravios e insultos, siempre respondió con bondad. Su vida entera es testimonio de mansedumbre y misericordia. Pidamos para nosotros y nuestro pueblo la fuerza de la bondad para cambiar todo lo que necesita ser cambiado.

Oremos:

- Por aquellos que provocan sufrimientos innecesarios en la vida de los demás. Oremos…

- Por aquellos que sufren por la falta de bondad, mansedumbre y misericordia. Oremos…

- Por nosotros mismos, para que Dios nos conceda la fuerza de su Espíritu Santo para transformar la violencia y la agresividad en confianza y paz. Oremos.

Padre nuestro…

Gloria al Padre….

Oración conclusiva:

Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 26 de octubre de 2010

Segundo dia de la novena - Religiosidad


Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión:

Religiosidad

La religiosidad es el tesoro de los humildes. A las personas orgullosas y soberbias les cuesta mucho aceptar que no son los más importantes en la historia, que existe un Dios por quien vivimos y a quien tenemos que obedecer.

Lastimosamente, hoy en día existe mucha confusión sobre el verdadero sentido de lo religioso. Muchos quieren pensar que Dios no existe, y tratan de justificar su punto de vista desde una reflexión basada en la observación. ¿Cómo podemos saber si existe alguien a quien no vemos, no escuchamos, ni tocamos? Estas personas se declaran “ateas”, es decir, sin Dios. Que Dios no se pueda ver directamente, no se pueda escuchar con los oídos, ni ver, no significa que no exista, significa que no es material y está fuera del mundo de los sentidos. A Él lo podemos conocer indirectamente, por sus efectos en la Creación y también por la fe en la Revelación.

También hay quienes andan confundidos, pensando que, si Dios existe, no tiene por qué meterse en este mundo. Para ellos, si bien Dios creó al mundo, es mejor que se olvide de él. Ahora el mundo está sólo en manos de los hombres. Estas personas van a Misa los domingos, o cumplen con el culto de su congregación, y luego, en la semana, viven como si Dios no existiera. En la familia no hablan nunca de Dios, se avergüenzan de hacerlo. En su trabajo sólo se interesan por lo material, no pueden disfrutar de su vocación creadora. En su tiempo libre buscan cualquier cosa que los distraiga, incluso si es ofensiva o ilícita. En realidad, Dios es un verdadero estorbo en sus vidas, ya que significa un límite a sus caprichos.

Por último, hay quienes andan confundidos pensando que a Dios solamente le importan algunas prácticas religiosas como ir a una procesión, encender velas, rezar rosarios, etc. Piensan que si hacen eso, ya Dios no les puede exigir nada más. Piensan que ya han cumplido y que Dios tiene la obligación de darles todo lo que ellos pidan. Estas personas confunden la magia con la verdadera religión. Hacen muchas cosas, pero se olvidan de la más importante: comprometerse con lo que Dios quiere.

San Martín de Porres fue verdaderamente humilde, y por eso, verdaderamente religioso. Su religiosidad no era un “negocio” con Dios. Él confió en Dios, y Dios confió en él. No necesitó “pruebas” de la existencia de Dios, creyó en Dios y se transformó él mismo en una prueba viviente para los demás con su ejemplo, con su testimonio humilde y callado.

Como religioso, San Martín de Porres cumplió con su deber, honrando a su Padre que está en el Cielo, mediante su vida cotidiana. Nunca se avergonzó de ser Hijo de Dios. Su trabajo y su tiempo libre fueron siempre una oportunidad para disfrutar de la vida en el Espíritu Santo.

Pidamos a Dios que nos conceda ser coherentes. Que Él nos ayude a llevar una vida plena y madura en el cumplimiento de nuestro papel en la familia, en el trabajo y en el tiempo libre.

Oremos:

- Por aquellos que buscan sinceramente a Dios, para que lleguen al verdadero conocimiento del Creador y Salvador. Oremos…

- Por aquellos que no son cristianos, para que alentados por nuestro ejemplo, se unan sinceramente a Cristo. Oremos…

- Por todos los cristianos, para que construyamos nuestra vida en los valores del Evangelio. Oremos…

Padre nuestro…

Gloria al Padre…

Oración Conclusiva:

Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

lunes, 25 de octubre de 2010

Primer día de la novena - Humildad


Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión:

Humildad:

El ser humano está formado con los mismos elementos materiales de los cuales están hechos todos los seres de la naturaleza. La palabra “hombre”, proviene de “humus” que quiere decir “tierra”. De esa misma palabra proviene “humildad”.

Una persona que es consciente de que es “humana”, es decir, ni más ni menos que los demás, es una persona humilde. La verdadera humildad no tiene nada que ver con la pobreza o la riqueza. Hay ricos que también son humildes y hay pobres que no lo son.

Lo contrario de la humildad es la soberbia. Una persona soberbia se engaña pensando que es más valiosa que los demás, o más importante… cuando, en realidad, todos los seres humanos somos muy importantes siempre.

La persona puede ser humilde si descubre que es hija de Dios. Sólo entonces puede verse a sí misma y al prójimo como iguales. Solo entonces es libre para estimar a los demás y para dedicarse al amor y al servicio desinteresado, sin desviarse en la ambición por cosas que muchas veces no necesita.

Jesús nos enseñó, en cada momento… en cada palabra, una lección de humildad. Siendo Dios, se hizo hombre, se humilló hasta nuestra propia “tierra”. Como hombre, siempre vivió confiado y agradecido de Dios, su Padre. Nos dijo: "Aprendan de mi que soy manso y humilde de corazón". Cuando, en la última cena, lavó los pies a sus discípulos, nos dio un ejemplo para que sigamos sus huellas.

El Señor nos invita a seguirlo y a imitarlo, y nos deja una regla sencilla para vivir la humildad: “Todo lo que quieren que hagan los demás con ustedes, háganlo también ustedes con ellos”. La experiencia de lo que me agrada o me molesta, de lo que me ayuda o me hace daño, es una buena norma de aquello que debo hacer o evitar en el trato con los demás.

Todos deseamos una palabra de aliento cuando las cosas no han ido bien... y comprensión cuando nos hemos vuelto a equivocar... y que se fijen en lo positivo, más que en los defectos... y que nos traten bien; y que se nos exija, pero de buenas maneras... y que nadie hable mal a nuestras espaldas... y que haya alguien que nos defienda cuando se nos critica y no estamos presentes... y que se preocupen de verdad por nosotros cuando estamos enfermos... y que se nos corrijan fraternalmente las cosas que hacemos mal... y que recen mucho por nosotros…

Todo esto lo hacía San Martín de Porres, y cuanto más se humillaba, más claramente aparecía su grandeza. Porque sólo el que tiene un gran corazón puede ser humilde. Pidamos hoy a Nuestro Señor, el don de la humildad, que es la “hermana mayor” de la amabilidad y de la obediencia. Pidamos la humildad para tratar a los demás así como queremos ser tratados nosotros. Pidamos humildad para nuestro pueblo y para nuestros amigos.

Oremos:

- Por todos los hombres, para que reconozcamos mutuamente nuestra dignidad de Hijos de Dios. Oremos…. Escúchanos Señor.

- Por aquellos que se sienten angustiados por actitudes soberbias, para que reciban nuestro apoyo y consuelo. Oremos… Escúchanos Señor.

- Por aquellos que son amables con todos, incluso con los que los tratan mal, para que no se cansen de hacer el bien. Oremos… Escúchanos Señor.

Padre Nuestro….

Gloria….

Oración Conclusiva

Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Novena a San Martín de Porres - Nuestro Patrono

Martín de Porres nació en Lima, Perú, en 1579. Su padre, don Juan de Porres fue un noble español que más tarde se convirtió en gobernador de Panamá. Su madre fue una mujer negra libre llamada Ana Velásquez. Algún tiempo después de su nacimiento, los padres de Martín se separaron. Su padre abandonó a la madre de Martín y sus pequeños hijos en una situación económica desesperada. Esto no amargó Martín, sino que lo hizo sensible a la difícil situación de los desfavorecidos, especialmente los huérfanos a quienes dedicó gran parte de su tiempo y recursos.

Habiendo recibido una educación rudimentaria de un tutor, Martín fue aprendiz de barbero, una profesión que en aquel tiempo combinaba el corte de pelo con conocimientos médicos y quirúrgicos. Martín dominó rápidamente a su actividad, pero a la edad de quince años, solicitó su admisión en un convento dominico. En lugar de entrar como hermano lego, solicitó la más humilde posición como Donado o laico ayudante, encargado de las tareas serviles del monasterio. Fue aceptado, y así asumió el hábito dominico. Desde muy joven, él era muy devoto a la oración y la práctica de su fe. Como Dominico, este deseo innato creció y se desarrolló hasta el punto que era conocido por su santidad y la piedad.

A pesar de su extrema humildad, Martín no pudo disimular sus talentos y habilidades, especialmente sus habilidades médicas. En poco tiempo se le dio el cargo de la enfermería del monasterio. Por su conocimiento ingenioso de los remedios hechos con hierbas y medicamentos caseros, Martín ganó una gran reputación como sanador en todos los estratos de la sociedad, a pesar de las divisiones sociales y raciales de la época. Martín no limitó su ministerio de curación sólo convento. Él cuidaba a los enfermos y heridos donde quiera que se encontrasen, especialmente a las personas sin hogar que vivían en las calles de Lima, que no tenían a nadie que cuidara de ellos.

La caridad de Martín se derramó sobre todos, y especialmente sobre los que no contaban para la sociedad - los aborígenes, los pobres, los enfermos. Atendió también especialmente a los esclavos africanos, a los que llevaba los regalos de comida y bebida que le hacían, curaba a los enfermos y consolaba a los decaídos.

Debido a este servicio de amor, Martín es conocido como el Apóstol de la Caridad. Incluso los animales eran objeto de su servicio de amor. Una vez en la cocina, uno de los frailes se sorprendió al descubrir a un perro, un gato y un ratón, todos comiendo de forma simultánea del mismo plato que Martín les había preparado - una imagen del "reino de paz" que floreció en su presencia.

A pesar de que Martín nunca ocupó ningún tipo de cargos, fue un líder y un innovador. Cuando los funcionarios de la ciudad y del gobierno se negaron a construir un orfanato, Martín logró reunir el dinero y organizó, él mismo, la construcción. También previó la educación de los huérfanos. Su celo en el cuidado de los demás desafió a sus contemporáneos a seguir su ejemplo.

La vida de San Martín de Porres es fuente de inspiración para nuestra Escuela. Deseamos asumir los valores del trabajo, del estudio, del servicio, y de la oración como valores fundamentales.

También conocido como patrono de los que trabajan por la justicia social, Martín de Porres es un modelo para los estudiantes, profesores, personal y padres de la Escuela de Educación Técnica 8108 “San Martín de Porres”