martes, 26 de octubre de 2010

Segundo dia de la novena - Religiosidad


Oración inicial:

Señor y Padre nuestro, sabemos que nos amas y nunca nos abandonas, por eso quisiste mostrarnos en San Martín de Porres un modelo de vida entregada a tu servicio: él fue humilde y religioso, bondadoso con todos y buen amigo, trabajador y solidario. Toda su vida estuvo basada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Derrama en nosotros tu Espíritu de Amor para que alentados por sus virtudes y ejemplos también nosotros seamos testigos de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexión:

Religiosidad

La religiosidad es el tesoro de los humildes. A las personas orgullosas y soberbias les cuesta mucho aceptar que no son los más importantes en la historia, que existe un Dios por quien vivimos y a quien tenemos que obedecer.

Lastimosamente, hoy en día existe mucha confusión sobre el verdadero sentido de lo religioso. Muchos quieren pensar que Dios no existe, y tratan de justificar su punto de vista desde una reflexión basada en la observación. ¿Cómo podemos saber si existe alguien a quien no vemos, no escuchamos, ni tocamos? Estas personas se declaran “ateas”, es decir, sin Dios. Que Dios no se pueda ver directamente, no se pueda escuchar con los oídos, ni ver, no significa que no exista, significa que no es material y está fuera del mundo de los sentidos. A Él lo podemos conocer indirectamente, por sus efectos en la Creación y también por la fe en la Revelación.

También hay quienes andan confundidos, pensando que, si Dios existe, no tiene por qué meterse en este mundo. Para ellos, si bien Dios creó al mundo, es mejor que se olvide de él. Ahora el mundo está sólo en manos de los hombres. Estas personas van a Misa los domingos, o cumplen con el culto de su congregación, y luego, en la semana, viven como si Dios no existiera. En la familia no hablan nunca de Dios, se avergüenzan de hacerlo. En su trabajo sólo se interesan por lo material, no pueden disfrutar de su vocación creadora. En su tiempo libre buscan cualquier cosa que los distraiga, incluso si es ofensiva o ilícita. En realidad, Dios es un verdadero estorbo en sus vidas, ya que significa un límite a sus caprichos.

Por último, hay quienes andan confundidos pensando que a Dios solamente le importan algunas prácticas religiosas como ir a una procesión, encender velas, rezar rosarios, etc. Piensan que si hacen eso, ya Dios no les puede exigir nada más. Piensan que ya han cumplido y que Dios tiene la obligación de darles todo lo que ellos pidan. Estas personas confunden la magia con la verdadera religión. Hacen muchas cosas, pero se olvidan de la más importante: comprometerse con lo que Dios quiere.

San Martín de Porres fue verdaderamente humilde, y por eso, verdaderamente religioso. Su religiosidad no era un “negocio” con Dios. Él confió en Dios, y Dios confió en él. No necesitó “pruebas” de la existencia de Dios, creyó en Dios y se transformó él mismo en una prueba viviente para los demás con su ejemplo, con su testimonio humilde y callado.

Como religioso, San Martín de Porres cumplió con su deber, honrando a su Padre que está en el Cielo, mediante su vida cotidiana. Nunca se avergonzó de ser Hijo de Dios. Su trabajo y su tiempo libre fueron siempre una oportunidad para disfrutar de la vida en el Espíritu Santo.

Pidamos a Dios que nos conceda ser coherentes. Que Él nos ayude a llevar una vida plena y madura en el cumplimiento de nuestro papel en la familia, en el trabajo y en el tiempo libre.

Oremos:

- Por aquellos que buscan sinceramente a Dios, para que lleguen al verdadero conocimiento del Creador y Salvador. Oremos…

- Por aquellos que no son cristianos, para que alentados por nuestro ejemplo, se unan sinceramente a Cristo. Oremos…

- Por todos los cristianos, para que construyamos nuestra vida en los valores del Evangelio. Oremos…

Padre nuestro…

Gloria al Padre…

Oración Conclusiva:

Señor y Padre nuestro, que guiaste a San Martín de Porres por el camino de la humildad a la gloria del Cielo, guíanos también a nosotros que queremos ser verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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